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Reseña

Enviado por Julen Tolosa
Publicado el 2017-03-27 00:05:06

Ejemplos de Reseña



Una reseña es un texto donde se expone y valora el contenido de una obra literaria o científica.

Aquí un ejemplo de una reseña literaria publicada en la versión digital del periódico El País el día 22 de marzo de 2017:

Una mujer que huye
En Aroa Moreno Durán, que publica "La hija del comunista", se vislumbra madera de narradora

La hija del comunista, de Aroa Moreno Durán (Madrid, 1981), deja un regusto incierto de novela bien construida y mejor escrita, pero equivocada en el dibujo de su protagonista. Algo así como si la destreza narrativa de su autora no fuera pareja a las dudas que depara la figura de Katia.

Esta novela, en su extensa primera parte narrada en primera persona, trata de una mujer nacida en el Berlín casi contemporáneo a la construcción del ignominioso muro. La novela termina con la finalización del régimen comunista y la unificación de Alemania.

En el medio tenemos a Katia huyendo un día con un chico del Berlín Occidental hacia el sur de la RFA, dejando a sus padres (exiliados de la guerra civil española) y a su hermana más pequeña. Abandonándolos sin ninguna despedida.

Pasan más de 20 años y Katia se casa. Tiene dos hijas, se acomoda a una vida burguesa y a la inercia de un matrimonio maquinal e incierto. Hasta que llega la separación, la reunificación, la visita de Katia a su antigua casa y el rechazo de su antigua familia.

Es indudable que Aroa Moreno Durán no solo dibuja los muros físicos, sino también los interiores. La impenetrable piedra también es metáfora de las separaciones obligadas. Pero no todos los muros interiores que sentimos que nos separan los construyen los otros. ¿Y si fuera uno mismo su inconsciente arquitecto?

Katia hace cosas incomprensibles, como irse de la casa familiar a la francesa, como no soportar a su marido, como aislarse, todo ello sin ninguna explicación. Entonces, de pronto el lector puede descubrir que la novela que lee no profundiza en el abismo que padece Katia. De pronto la novela de Katia entre muros se convierte en la novela de una Katia insuficientemente relatada.

No obstante, en Aroa Moreno, autora de los libros de poemas Veinte años sin lápices nuevos (Alumbre, 2009) y Jet lag (Baile del Sol, 2016), se vislumbra madera de narradora, buena madera.

La hija del comunista. Aroa Moreno Durán. Caballo de Troya, 2017. 192 páginas. 14,90 euros


Otro ejemplo, esta vez de una reseña de una obra científica, concretamente del área de la historia, publicada en la versión digital del periódico El País el 24 de marzo de 2017:


Gernika: el laboratorio del terror

Xabier Irujo documenta con rigurosa información y escalofriantes testimonios el bombardeo de la villa vizcaína y concluye sin vacilaciones que lo ordenó Franco

El bombardeo de un único avión, el Old Carthusian, contra el palacio del emir de Kabul y algún edificio gubernamental, sobre los que descargó 344 kilos de bombas, bastó para inclinar a favor de Inglaterra la tercera guerra afgana (mayo de 1919) sin ­sufrir una sola baja. El ministro de Guerra, Winston Chur­chill, había encontrado el arma barata y eficaz que buscaba para sanear la economía de un imperio en bancarrota, que aún tenía 1,2 millones de soldados movilizados y era propietario de 800.000 caballos y mulos, sin renunciar al control de inmensos territorios a los que había agregado los despojos del Imperio Otomano en Mesopotamia. En los años siguientes recurriría al ataque aéreo para doblegar diversas insurrecciones tribales en Somalia e Irak. El terror que llegaba por el ­aire tenía un tremendo efecto desmoralizador a muy bajo coste.

A la luz de estos hechos, todas las potencias europeas desarrollaron ambiciosos programas de rearme aéreo en el periodo de entreguerras. Alemania lo hizo clandestinamente, porque se lo prohibía el Tratado de Versalles, hasta que se quitó la careta en 1934 al anunciar la creación de la Luftwaffe al mando de Hermann Goering. La guerra civil española iba a proporcionarle un campo de operaciones ideal para desplegar nuevas técnicas de ataque y mostrar a Hitler la capacidad devastadora de la aviación, a fin de desviar a la Luftwaffe el ingente presupuesto de la Armada.

Gernika fue el laboratorio que conjugó los intereses de Franco y de Goering. Ningún suceso de la guerra civil española ha merecido tantas monografías como el bombardeo de Gernika (26-4-1937), del que van a cumplirse 80 años. La última lleva la firma de Xabier Irujo, hijo del exilio vasco de posguerra, codirector del Center for Basque Studies de la Universidad de Nevada, historiador que ha rastreado con minuciosidad forense todos los archivos que pudieran contener alguna brizna de información sobre aquel trágico acontecimiento en Alemania, Italia, España, Reino Unido, Estados Unidos. Un centenar de páginas de documentos rigurosamente referenciados y un índice bibliográfico de 140 títulos avalan una obra difícil de rebatir.

Desde esa diversidad documental, el historiador responde sin vacilaciones a la pregunta de quién ­ordenó el bombardeo: Franco. No sobreviven órdenes escritas, las que hubiera fueron destruidas, pero el rastreo de Irujo registra, entre otras cosas, un telegrama de 6-11-1936 al comandante militar de Baleares en el que Franco le corrige a propósito del bombardeo del puerto de Alicante: “No deberá en lo sucesivo realizar esta clase de bombardeos por propia iniciativa, sometiéndolos previamente a mi aprobación". Nadie, salvo él, podía ordenar una ­operación de esta naturaleza. Su presencia en Vitoria durante la campaña del País Vasco, que culminó con la ocupación de Bilbao (19-6-­1937), da idea del control personal que ejercía.

¿Por qué Gernika? Porque reunía las mejores condiciones para un bombardeo de terror que el jefe de la Luftwaffe, Hermann Goering, quería ensayar sobre poblaciones civiles con vistas a la guerra mundial que se avecinaba. Era una ciudad abierta, sin defensa antiaérea, sin aviones enemigos, sin riesgos. Y tenía un alto valor simbólico para el pueblo ­vasco, con el consiguiente efecto desmoralizador que acarrearía su destrucción. El uso de bombas de gran calibre (hasta 250 kilos), seguidas de artefactos incendiarios en sucesivas oleadas que culminarían con el ametrallamiento de los supervivientes, sirvió de pauta al bombardeo de ­Varsovia en septiembre de 1939. El general Wolfram von ­Richthofen aplicaría en la capital polaca el experimento que había ensayado en la villa vizcaína y cuyo resultado resumió así en su diario: “Por lo demás, paz en Guernica".

Irujo describe el número de aviones, sus modelos, los aeropuertos de donde partieron, las cargas explosivas, sus respectivas misiones, los jefes de escuadrilla. Participaron al menos 60 aviones (un 20% de la flota rebelde), soltaron más de 40 toneladas de bombas durante tres horas, destruyeron totalmente el 85% de los inmuebles y causaron en torno a 2.000 muertes entre las 10.000 personas que abarrotaban el pueblo por tratarse de un día de mercado. A los datos fríos se suman decenas de testimonios que conforman un retablo escalofriante sobre el terror que llovía del cielo, una imagen que años después repetirán a Svetlana Alexiévich los niños bielorrusos bombardeados por la aviación nazi.

El objetivo proclamado por el bando franquista habría sido destruir un puente que ni siquiera fue alcanzado y por el que transitaron dos días después las tropas rebeldes. La patraña de que Gernika había sido incendiada por los soldados vascos en su retirada fue desmontada tiempo atrás, pero algunos epígonos de la historiografía franquista siguen empeñados en mantener que Franco nada tuvo que ver con el bombardeo, que habría sido iniciativa autónoma de la Legión Cóndor. Así lo afirma Roberto Muñoz en su obra recién publicada Guernica, una nueva historia. Uno de sus argumentos es que no existe ninguna orden de ataque firmada por Franco. Si por eso fuera, gran parte de la Guerra Civil habría sido obra de teloneros.

Gernika. Xabier Irujo. Prólogo de Ángel Viñas. Crítica, 2017. 381 páginas. 22,90 euros.





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