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Monólogos de William Shakespeare

Enviado por natttt
Publicado el 2011-06-09 15:50:06

Ejemplos de Monólogos de William Shakespeare



Monólogo de Elena en "Sueño de Una Noche de Verano"

¡Cuánto más felices logran ser unos que otros!En toda Atenas se me tiene por su igual en su hermosura,pero¿de qué me sirve?Demetrio no lo cree así.Se niega a reconocer lo que todos menos él reconocen.Y así como él se engaña,fascinado por los ojos de Hermia,así yo me ciego, enamorada de sus cualidades.El amor puede transformar las cosas bajas y viles en dignas, excelsas.El amor no ve con los ojos,sino con el alma,y por eso pintan ciego al alado Cupido. Ni en la mente de Amor se ha registrado señal alguna de discernimiento.Alas sin ojos son emblema de imprudente premura,y a causa de ello se dice que el amor es un niño,porque en la elección yerra frecuentemente.Así como se ve a los niños traviesos infringir en los juegos sus juramentos,así el rapaz Amor es perjuro en todas partes.Porque antes de ver Demetrio los ojos de Hermia ,me granizó de juramentos,asegurándome que era solo mío;y cuando esta granizada sintió el calor de su presencia,se disolvió,derritiéndose el chaparrón de votos. Voy a revelarle la fuga de la hermosa Hermia;no dejará de perseguirla mañana por la noche en el bosque;y por este aviso,con solo que me dé las gracias,habré recibido un alto precio. Pero bastará a mitigar mi pena el poder allá mirarle y retornar.


Monólogo de Hamlet

¡Ser o no ser! ¡He aquí la cuestión!
Si es a la luz de la razón más digno
Sufrir los golpes y punzantes dardos
De suerte horrenda, o terminar la lucha
En guerra contra un piélago de males.
Morir; dormir. ¿Dormir? ¡Soñar acaso!
¡Ah! La rémora es esa; pues qué sueños
podrán ser los que acaso sobrevengan
en el dormir profundo de la muerte,
ya de mortal envoltura despojados,
suspende la razón: ahí el motivo
que a la desgracia dé tan larga vida.
¿Quién las contrariedades, el azote
de la fortuna soportar pudiera,
la sinrazón del déspota, del vano
el ceño, de la ley las dilaciones,
de un amor despreciado, las angustias,
del poder los insultos, y el escarnio
que del menguado el mérito tolera,
cuando él mismo su paz conseguiría
con un mero punzón? ¿Quién soportara
cargas, que con gemidos y dolores
ha de llevar en vida fatigosa,
si el recelo de un algo tras la muerte,
incógnita región de donde nunca
vuelve el viajero, no turbara el juicio,
haciéndonos sufrir el mal presente
antes que en busca ir de lo ignorado?


Monólogo De Enrique VIII

No vengo ahora a haceros reír; son cosas de fisonomía seria y grave, tristes, elevadas y patéticas, llenas de pompa y de dolor; escenas nobles, propias para inducir los ojos al llanto, lo que hoy os ofrecemos. Los inclinados a la piedad pueden aquí, si a bien lo tienen, dejar caer una lágrima: el tema es digno de ello. Aquellos que dan su dinero sin la esperanza de ver algo que puedan creer, hallarán, no obstante, la verdad. Los que vienen solamente a presenciar una pantomima o dos, y convenir en seguida en que la obra es pasable, si quieren permanecer tranquilos y benevolentes, les prometo que tendrán un rico espectáculo ante sus ojos en el transcurso de dos breves horas. Sólo aquellos que vienen a escuchar una pieza alegre y licenciosa, un fragor de broqueles, o a ver un bufón de larga vestidura abigarrada, con ribetes amarillos, quedarán defraudados; pues sabed, amables oyentes, que mezclar nuestra verdad auténtica con tales espectáculos de bufonería y de combate, además de que sería rebajar nuestro propio juicio y la intención que llevamos de no representar ahora sino lo que reputamos verdadero, nos haría perder para siempre la simpatía de todo hombre culto. Así, pues, en nombre de la benevolencia, y puesto que se os conoce como los primeros, y más felices espectadores de la ciudad, sed tan serios como deseamos; imaginad que veis los personajes mismos de nuestra noble historia tales como fueron en vida; imaginad que los contempláis poderosos y acompañados del gentío enorme y de la solicitud de millares de amigos; luego considerad cómo en un instante a esta grandeza se junta de repente el infortunio. Y si entonces conserváis vuestra alegría, diré que un hombre puede llorar el día de sus bodas.


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